- ¡¡No puedo más!! Tengo que pararme - pensó el elfo
totalmente exhausto-.
Una nueva
oleada de dolor le recorrió el costado derecho. Respiraba con dificultad y
chorros de sudor le recorrían todo el cuerpo empapando sus maltrechas ropas. Se
exploró lo mejor posible la herida, de la que brotaba un continuo hilo de
sangre. No tenía buena pinta, los bordes de la piel se estaban oscureciendo
tomando un color verde oscuro.
El elfo se
acurrucó tras uno de los enormes pinos
que poblaban el bosque Sombrío. Dejó caer su espalda sobre el tronco e
intentó tomar aire. Estaba tan aturdido que no sabía cuánto tiempo llevaba
corriendo, la adrenalina lo había empujado a una huída descontrolada. Cuando
los esqueletos atacaron su aldea, él había intentando defender su casa pero una
de las criaturas lo había apuñalado sin piedad. La batalla no había durado
mucho, los no-muertos habían llegado como una brisa nocturna, silenciosos y
veloces. A los guardias no les había dado tiempo de dar la voz de alarma, en cuestión de
un instante se les echaron encima. Eran unas bestias crueles, no gritaban o
vociferaban como hacían los bandidos normales, solo se oían los ligeros roces y
tintineos de los oxidados trozos de armadura contra el duro hueso. Casi
imperceptibles, como sombras letales que traen la muerte.
El bosque
Sombrío estaba extrañamente silencioso aquella noche, no había grillos ni búhos
amenizando los alrededores como era habitual. Algo había asustando a los
árboles. El elfo se dio cuenta, al observar los árboles que lo rodeaban,
que sus ramas se mecían lánguidas y sin firmeza
y la corteza de los robles y pinos había tomado un extraño color gris
mortecino. No quiso aceptarlo pero lo
cierto es que estaba totalmente desorientado, no guardaba recuerdos de aquel
lugar del bosque y se sintió solo y perdido.
- ¿Por qué soy incapaz de encontrar
el camino? -se preguntó a sí mismo sin alzar mucho la voz- Juraría que por aquí he pasado antes…
Entonces
reparó en el suelo. La alfombra verde que cubría el bosque se había convertido
en un montón de quebradizos tallos de color marrón. Todo era increíblemente diferente,
era como si alguien estuviera robando la vida al bosque. El sudor le empapaba
la piel, y se dio cuenta del tremendo calor que hacía aquella noche. Un calor
anormal, jamás había sentido tanto sofoco viviendo en aquel lugar…sería la
herida…tendría fiebre… “me estaré muriendo” pensó.
Entonces escuchó crujir una rama muy cerca.
Instintivamente,
gateó hacia el arbusto más cercano y se hizo un ovillo para no ser visto. Entre
las ramas aún podía ver el árbol en el que hacía unos segundos estaba apoyado. Una
sombra surgió de la maleza e hizo crepitar la hierba muerta bajo sus pies.
El elfo ahogó
un grito tapándose la boca con ambas manos…aquello que veía no podía ser
verdad, esa criatura no existía, eran cuentos que las viejas usaban para que
los niños no protestaran al irse a la cama. Notó como las piernas le empezaban a temblar
sin control y se las aferró rodeándolas con sus brazos intentando no moverse,
con "eso" cerca no podía permitirse hacer ningún ruido. Pero “ ¿De
dónde ha salido?” se preguntó.
La horrible figura olfateaba el
aire girando la cabeza de un lado a otro, sabía que estaba allí… ¡Lo buscaba!
El elfo había
oído mil y una historias sobre el liche. Como a cualquier joven fantasioso le
interesaba enormemente cuando se hablaba de aquella criatura maligna. Según las
ancianas de su tribu, antaño habían sido magos poderosos, normalmente de la
tribu del fuego. Pero las ansias de poder los habían llevado a hacer tenebrosos
pactos con la muerte. Al principio experimentaban con animales menores pero
pronto se dieron cuenta que los seres inteligentes tenían gran cantidad de
magia acumulada y que se les podía robar. Pasaron de ser magos respetados a
convertirse en temidos asesinos. Extraían toda la magia de sus víctimas hasta
llevarlos a la muerte. Con el tiempo perdían todo rastro de humanidad pues eran incapaces de sentir nada, tan solo
una inmensa sed de magia que solo podía ser saciada robando vidas. Eran seres
que habían aumentado su existencia gracias a rituales prohibidos y su cuerpo se
había desfigurado mostrando su cercanía a la muerte. Su piel se había cuarteado
pegándose a sus huesos. Los ojos estaban hundidos en el pozo negro de sus
cuencas solamente iluminadas por el fragor de malicia que brotaban ellos. Los
labios desdibujados se encontraban contraídos por una mueca de malicia mientras
su inexistente nariz se movía con súbitas contracciones saboreando el aire
impregnado de miedo.
- Muerteeeeee, magiaaaaaa -
susurraba el liche.
La voz de la criatura
sonaba rota y las palabras se arrastraban como miles de gusanos frenéticos. Las
ancianas contaban historias acerca de los liches y aseguraban a los niños que
si no se dormían cuando asomaba la luna,
vendría el liche para llevárselos.
De ese modo, los inocentes críos obedecían sin rechistar. Hazte el dormido o
duerme -decían las ancianas- así el liche pensará que has muerto, que no tienes
magia y pasará de largo dejándote en paz.
-Muerteeee, cercaaaaa.
Siempre que se
recordaban estas historias había quien aseguraba haberse topado con un liche e
incluso que había estado a punto de ser atrapado. Todos los que relataban estos
encuentros, coincidían en una cosa… frío, el tacto del liche era tan frío que
congelaba el alma. Muchos decían que era lo último que se sentían sus víctimas
antes de morir.
El elfo se
limpió los ojos, el profundo miedo que sentía lo habían llevado a un silencioso
y amargo llanto. Se intentó convencer de que tal vez era un no-muerto
extraviado y que pasaría de largo. Pero
su instinto le decía otra cosa, podía sentir el aura negra de la criatura. Volvió
a oír susurrar.
- Muerteeeeee, te huelooooo.
Tras decir
eso, el liche giró su cabeza bruscamente, con un movimiento que hubiese roto el cuello a cualquier ser
vivo y miró fijamente el seto tras el que se ocultaba. Los ojillos rojos de la
criatura brillaron con malicia y caminó hacia el escondite del malherido elfo.
< ¡Me ha visto, me ha visto!>
gritaba mentalmente, entonces en un momento de lucidez desesperada recordó lo
que decían las viejas: "Duérmete o hazte el dormido"
El elfo se
tumbó de medio lado y cerró los ojos con fuerza mientras su corazón quería
salirse del pecho. Escuchó los pasos acercándose, arrastrando los pies por el
suelo quebradizo, cada vez más próximos.
<Hazte el dormido, hazte el
dormido> - se repetía.
Hubo un
instante de silencio, nada se movía, ni tan siquiera el aire…no se atrevió a
abrir los ojos ¿Había pasado? ¿Había funcionado? Entonces lo sintió; un frio increíble, un frío
antinatural le sobrecogió todo el cuerpo. No pudo controlar sus músculos que
convulsaban con violencia.
- Muerteeeeeee
Sintió una
mano huesuda posándose en su cabeza, el frío le atravesó todos sus sentidos y
mientras se le escapaba la vida tuvo tiempo de pensar <Hazte el dormido,
decían; eso sí que es un cuento de vieja>
Está muy chula es la mejor que he escuchado.
ResponderEliminarRosa
,ole mi maestro que chuleta que bien hace la historia , yumara maria
ResponderEliminarEs la mejor historia de todas esta guapisima
ResponderEliminarLuis
hola maestro eres el mejor
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