viernes, 22 de junio de 2018

CAP 40: El final de todas las cosas

Las sólidas piedras que conformaban los muros de la ciudadela fueron derribadas por las gigantescas abominaciones nacidas de pútridos montones de carne y hueso. Frente a las puertas Rosa aguardaba presta para el combate. Un ariete arremetía con fuerza sobre el portón del Bastión haciéndolo crujir con cada arremetida.

¡PUM, PUM!

Rosa afianzó su casco sin perder de vista las astillas que saltaban con cada impacto. Uno de los soldados se acercó y le dio su poderoso mandoble. La líder de los 18 aferró su espada con fuerza dispuesta a plantar cara a cualquier mal que osará atravesar las puertas de su hogar. Miró en rededor, las caras de los defensores reflejaban terror y temblaban bajo la tensión del inminente combate. Los refuerzos de la puerta comenzaban a ceder y Rosa sintió que era el momento de alentar a sus compañeros. A pesar de su tamaño menudo, la líder resultaba imponente con su armadura y la voz que brotó de su cuerpo se tiñó de un cariz tan noble y solemne que los congregados allí sintieron que escuchaban a una de las grandes reinas de antaño.

- ¡Bravos defensores de la ciudadela! Veo que vuestros ojos albergan oscuros temores. Escucho los remaches de vuestras corazas temblar dando testimonio de vuestro pavor. Pero yo os pregunto, hoy, en este momento ¿dónde desearíais estar? – Rosa dejó que la pregunta calara en las mentes de sus soldados-. Yo deseo de todo corazón estar aquí luchando. Deseo plantar cara a la maldad que amenaza a mis seres queridos. Hoy, valerosos guerreros, somos el único escudo que se alza entre la muerte y nuestras familias. Pensad en los vuestros cuando os flaqueen las fuerzas. Pensad en la calidez de vuestro hogar cuando desfallezca el ánimo. Ayudaos los unos a los otros cuando el enemigo nos amenace, juntos somos mejores, juntos somos más fuertes. Yo os vuelvo a preguntar, ¿dónde desearíais estar? – el grito de la muchacha acalló por un momento los atronadores golpes del ariete.

- ¡¡Aquí!! – contestaron todos los guerreros inflamados de renovado valor.
- ¿Y por quién lucháis? – preguntó de nuevo la líder de los 18 con las venas del cuello a flor de piel bajo la tensión de su gorjal.
- ¡POR DÁMBIL!- contestaron los guerreros del Bastión y su llamada a las armas recorrió las murallas despertando la bravura de los que permanecían lejos, sintiéndose apoyados desde la distancia.

Sucedió que uno de los tablones transversales se quebró con un quejumbroso estallido y del exterior comenzaron a entrar esqueletos al patio interior. La puerta pronto pareció un colador por donde se filtraba la muerte. Las huestes de Górmul no esperaban encontrar una resistencia tan feroz y mucho menos que una menuda guerrera hiciera molinetes con un mandoble segando a los enemigos como haces de trigo. La batalla que se presentó en el patio fue tan formidable que a Oscuridad le llegaron los ecos del acero que chocaban con los huesos de su ejército. La madrugada avanzaba y los defensores no cesaban en su intento de mantener a toda costa la seguridad de las puertas reteniendo al adversario el máximo tiempo posible. Rosa, tremendamente fatigada acusó un nuevo golpe que abrió otra herida en su maltrecho cuerpo. La armadura era testigo de la cantidad de veces que había salvado la vida de la muchacha ese día. La líder cayó al suelo desbordada por la horda cadavérica que penetraba en el Bastión como un torrente incontenible. Cuando alzó la mirada vio la pierna de un esqueleto pisarle la hombrera obligándola a permanecer tumbada, la líder se resistió pero sus fuerzas era escasas. Fue entonces cuando una luz cegadora inundó la puerta y unas raíces brotaron del suelo entrelazándose en nudos sólidos hasta cubrir casi toda la entrada. Cande caminaba con su bastón emitiendo una mágica oleada de fuerza natural y las plantas obedecieron sus deseos bloqueando el paso al enemigo. Un golpe tremendo destrozó el esqueleto que amenazaba a Rosa y la líder vio un guantelete que la aferraba del brazo para levantarla. Yumara esbozó una sonrisa que abrazó a su amiga a pesar de que el yelmo entorpecía cualquier gesto.

- Las murallas han caído – afirmó Rosa con pesadumbre.
- Ahora la muralla somos nosotras – contestó Yumi que alzó su voz para dirigirse a todos los guerreros del patio- ¡El hechizo de Cande no aguantará demasiado! ¡Bebed agua! ¡Recuperad el resuello!

El Bastión estaba desbordado por el enemigo. La ciudadela parecía un insecto devorado por millones de hormigas. Una mancha negra de muerte rodeaba las murallas y la entrada a la fortaleza. Oscuridad saboreaba su inminente victoria cuando el sonido de un cuerno de guerra resonó con una intensidad increíble.

¡¡Turuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!

Las potentes notas surcaron el aire superando con creces los sonidos típicos del campo de batalla. Los nubarrones negros, cómplices de la maldad de Górmul, huyeron despavoridos con el insistente tronar del Cuerno del Bastión, el amanecer de un nuevo día se presentó dejando que los rayos del sol se filtraran como columnas doradas que sujetan la inmensidad del cielo.

- ¡¡¡Ese cuerno!!!...¡¡¡Es el Cuerno del Bastión!! - exclamó Antonio desde las murallas.

Rosa, sitió como el bramido del cuerno restablecía parte de su fuerza perdida, inexplicablemente, sus miembros fatigados notaron una nueva oleada de energía. A su alrededor, vio a sus camaradas levantarse del suelo, algunos incluso heridos, demostrando una actitud admirable, dispuestos a entregar su último aliento en una batalla prácticamente perdida. Pero la líder contenía la respiración, afinando sus oídos esperando con ansia el segundo toque del Cuerno que confirmaba la llegada del Zafiro. Entonces el esperado sonido inundó sus oídos como la más bella de las sinfonías.

¡¡Turuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!

Conmovida al mismo tiempo que eufórica, dirigió su vista a las almenas de la segunda muralla, donde Antonio, poseído por la magia del Cuerno, seguía luchando con su espada inflamada en llamas.
- ¡¡¡Antonio!!! -gritó Rosa- ¿Qué ven tus ojos desde allá arriba?

Antonio, se deshizo de un contrincante y sacó de uno de los bolsillos de la bandolera un extraño tubo que extendió y se lo puso sobre su ojo derecho. Oteó el horizonte escrutando el lugar del que brotaba el mágico sonido. Entonces sus ojos se llenaron de lágrimas por la emoción. Justo por el flanco derecho del ejército de Górmul, vio incontables siluetas portando banderas donde ondeaba el gran ojo blanco. De entre los árboles que delimitaban la frontera norte del Bosque Sombrío, una ingente cantidad de combatientes aparecían poco a poco en el campo de batalla. Un gran ejército surgía de la nada para prestar ayuda a la fortaleza. Allí, bajo los estandartes de los pueblos libres de Dámbil, estaban el resto de miembros del Consejo, liderando una hueste formada por todo tipo de criaturas.

- ¡¡¡Por todos los dioses!!! Jamás mis ojos contemplaron una visión tan maravillosa -dijo Antonio desde su posición ¡¡Son nuestros compañeros!! Y veo…no, no puede ser –titubeo con alegría contenida ¡¡Veo un destello azul en las manos de Aarón!! ¡¡Tienen el Zafiro!!

Rosa, apenas tuvo tiempo de asimilar la información que le llegaba desde lo alto de las almenas. Pero sobreponiéndose al shock inicial, agarró su espada con más fuerza y la agitó en el aire gritando con todas las fuerza de sus pulmones:

- ¡¡¡¡Luchad, luchad hermanos!!!! ¡¡¡El Zafiro está aquí!!! ¡¡¡No os rindáis!!! - el mensaje, amplificado por un extraño sortilegio, sonó con una bravura inusitada-.

Las palabras de Rosa se propagaron como la luz, y los cansados defensores vieron sus esperanzas avivadas, sacaron fuerzas de la nada y lucharon con el alma y el corazón.
Mientras tanto, el ejército reunido por los miembros del Consejo, formaba a la espera de la orden de ataque.

En el campo de batalla, casi reunidos por una suerte orquestada por los mismos dioses aparecieron todos los consejeros al frente de temibles guerreros y soldados de todas las razas del mundo mágico. Domi, Enri y Diana estaban al frente de un nutrido grupo de duendes armados con ballestas y sables. Al terminar su aventura en el bosque Sombrío y tras vencer al Liche, las tres amigas habían buscado por las cuevas y refugios naturales de la zona. Encontraron numerosos duendes inflamados de deseos de venganza, no les fue difícil convencerlos de que las siguieran. Ahora formaban desafiantes esperando la orden de atacar.

En otro de los laterales, Lumi, Pepi y Luis ocupaban la vanguardia de los evacuados de Pasoalto. El pueblo al completo esperaba tras la línea de ataque. El gobernador Árgod, se acercó a los consejeros.

- He hablado con los míos – afirmó el gobernador con aire solemne-. Los niños y ancianos quedarán en la retaguardia, pero todos los demás estamos dispuestos a luchar con vosotros aunque sea con palos y piedras.
- Eso es una locura – afirmó Pepi aterrada por la idea-. Será una masacre.
- Si no luchamos y os ayudamos ahora, tendremos que hacerlo más tarde si vosotros fracasáis. Al menos con nuestra intervención aumentaremos las posibilidades de éxito –explicó Árgod-.
- Están en su derecho de decidir su futuro –intervino Luis apoyando al gobernador y Pepi quedó pensativa ante tales argumentos-.
- Está bien, pero sea cual sea la estrategia, vosotros iréis en último lugar – el gobernador asintió con la cabeza aceptando los términos y lanzó una sonrisa cómplice a Luis.

Desde los bosques que camuflaban parte de los ejércitos que acudían en ayuda del Bastión, un susurro en la distancia empezó a transformarse en una nítida música de guerra. Cientos de ocarinas interpretaban una tonada estridente y pegadiza que marcaba la marcha de miles de elfos. Encabezando la comitiva iba Finred que, cumpliendo su palabra, llegaba con la ayuda de los suyos. Los elfos arcanos, armados con cimitarras de plerio y arcos de madera de cedro, alcanzaron la vanguardia y formaron con una coordinación impresionante, moviéndose todos como un solo ser. La cara de Pepi se iluminó a ver la disciplina de sus aliados y saludó efusivamente a Finred.

Ocupando la mayor parte del frente, Luis Gabriel, Juan, Joaquín y Aarón ocupaban la cabeza de combatientes de una tremenda legión de orcos y trolls. Todos revestidos de acero, gigantes y poderosos, portaban hachas e increíbles mazas. El rey Grakuy montaba en un enorme jabalí y mantenía a sus guerreros a la expectativa del combate. Durante el combate contra los consejeros, el rey se vio conmovido por las palabras que salieron del Zafiro. La voz de Élestor le recordó al rey de los orcos, su deber para con Dámbil y su alianza con los humanos. La hueste de Colmilloferoz no necesitó más para pertrecharse y marchar a la guerra dispuestos a cumplir con los juramentos de sus ancestros.

Luisga, acarició con delicadeza el Cuerno del Bastión y lo guardó en su estuche. El momento de la verdad había llegado. Poco a poco, los miembros del Consejo se fueron acercando y formaron un corro. Tras unos rápidos saludos, procedieron a discutir la estrategia.

- No tenemos fuerzas suficientes para doblegar a los muertos –observó Domi-. Nos superan en una proporción de 100 a 1, y aumentando. Ellos cada vez son más y los defensores menos.
- ¡¡Ju, ju, ju! Hay 100 muertos para cada uno, hay muchos para todos, va a ser memorable – exclamó Juan entusiasmado por el inminente choque entre ejércitos y Aarón le dio un pescozón para que se callara.
- Nuestro objetivo es llevar el Zafiro a la Pirámide, tenemos que conseguirlo a cualquier precio –apuntó Joaquín-.
- No va a ser fácil atravesar las líneas de muertos, son tantos que casi no veo las murallas – expresó Teilla.
- Solo podemos cargar de frente y esperar que seamos capaces de abrir un pasillo para llegar hasta el Bastión –intervino Lumi-.
- Así es, cargaremos con todo lo que tenemos y nos abriremos camino –manifestó Luisga- ¿estamos de acuerdo?- preguntó a todos sus compañeros y todos asintieron con seriedad, tratando de concentrarse para la batalla.

Luisga paseó frente a las tropas y aliados del Bastión. Comunicó a Grakuy y a Finred el plan de ataque. Suspiró y tomó la palabra.

- Hermanos, amigos, pueblos libres y gentes de buen corazón. Hoy Dámbil nos necesita. Jamás tanta oscuridad y maldad se extendió por estas tierras. Luchad y entregaos al combate sin miedo pues no quedará nada en pie si hoy fallamos. El Zafiro debe llegar hasta la Pirámide. Solo la infecta horda de Górmul se interpone entre nosotros ¡¡¡Hagamos que esas criaturas se arrepientan de haber salido del infierno!!!! ¡¡¡Por Dámbil!!!

- ¡¡¡POR DÁMBIL!!! Gritaron todos los miembros del Consejo, aclamados por todas las criaturas que los acompañaban.

Así fue como el ejército formado por todas las razas del mundo mágico cargó de frente, gritando y encomendando sus almas a los dioses. La canción de acero comenzó su tonada. Los orcos y trolls cargaron junto con los miembros del Consejo en una carrera trepidante y desesperada. Los elfos y duendes se rezagaron para preparar sus arcos y ballestas. Con disciplina y precisión milimétricas arrojaron una nube de proyectiles que destrozaron las primeras líneas de muertos. El choque entre los dos ejércitos fue colosal, los vivos arremetieron contra la horda de Górmul penetrando en las líneas como un cuchillo. El entrechocar de hueso y acero mancillaban las tierras que rodeaban la ciudadela. Pero, a pesar del ímpetu de los consejeros y sus aliados, la carga fue rápidamente frenada. Los muertos se apelotonaron formando una muralla de hueso impidiendo el paso de los aliados que seguían terriblemente lejos del Bastión.

- Es imposible, jamás lograremos abrirnos camino, son demasiados –dijo Diana con voz desesperada, pero nadie le contestó pues tal era el fervor de la batalla.

Górmul, por primera vez desde el comienzo del asedio, dejó de sonreír. La llegada de refuerzos al Bastión lo irritaron considerablemente, mas entonces gritó con su voz inhumana, haciendo vibrar la tierra. El dragón que estaba a su lado alzó el vuelo siguiendo las órdenes de su Amo. Una horrible silueta se intuía a través de las nubes, inflamando el aire con su hedor: ¡¡El Innombrable!!

Los miembros del Consejo tenían que llevar la piedra como fuera a la Pirámide pero el dragón desde el cielo vio a Aarón y reconoció el Zafiro que había llevado Rínuviel. La presencia de la elfa y de Élestor se intuía y Dúlfenor se sintió atraído por la magia que emanaba del Zafiro. La bestia arremetió contra el pobre Aarón que cayó al suelo rodando. Sus compañeros no dudaron y fueron en busca del joven que, por fortuna, seguía vivo. El Innombrable se posó en tierra y entabló un feroz combate contra los miembros del Consejo. Diana arremetía con su daga, mientras Luisga hacia lo propio con su maza. Domi destrozaba a espadazos a todo enemigo que tratara de arrimarse a Centella que seguía aturdido en el suelo. Teilla estaban ayudando a Aarón a incorporarse cuando el dragón batió sus enormes alas formando un torbellino con el que barrió a todos los miembros del Consejo que se interponían entre él y el Zafiro. Con grandes zancadas avanzó hasta situarse a escasos pasos de Teilla y Centella, los huesos del cuello se contorsionaron para tomar impulso en un gesto que auguraba una muerte horrible para los dos muchachos, calcinados por el aliento de la criatura. Desde el suelo y cogidos de la mano, los jóvenes se miraron sabiendo que su fin era inminente y se sonrieron, con unas de esas sonrisas que dicen "Hemos hecho todo lo que hemos podido y hasta aquí hemos llegado".

Dúlfenor, abrió sus fauces y derramó muerte en forma de llamas. Los muchachos cerraron los ojos cuando sintieron que el calor los abrazaba, esperando que el final no fuera doloroso. Pero los segundos pasaron y pasaron hasta que la muchacha alzó la mirada.

- ¿Pero qué narices…? - Teilla no daba crédito a lo que pasaba, el fuego golpeaba una barrera invisible que rodeaba sus cuerpos, sin llegar a tocarlos.

La adivina notó algo familiar, una sensación reconfortante, una magia similar a la que percibió en el bosque cuando luchaba contra el Liche. Giró su rostro y allí estaba, una hermosa elfa de cabellos de fuego alzaba su bastón conjurando una burbuja de protección.

- ¡Elarien! ¡Has venido! -el muchacha no cabía en sí del asombro, era la segunda vez que la elfa la salvaba de una muerte segura-.
- No podré luchar, pero sí que puedo proteger y curar. Teníais razón, Dámbil todavía puede salvarse - dijo la sanadora sonriendo- ¡Rápido! ¡Alzaos! ¡Debéis llevar el Zafiro a la ciudadela!

En ese preciso instante, Lumi y Luisga, realizando un ataque combinado, consiguieron golpear las fauces del dragón saltándole varios dientes y atrayendo de nuevo su atención. Teilla y Aarón, ya en pié, se sacudieron el polvo del campo de batalla en un gesto instintivo y analizaron la situación.

- ¡¡Es imposible!! Jamás llegaremos al Bastión con este ejército cerrándonos el paso ¿De qué ha servido encontrar la piedra sino podemos llevarla hasta la Pirámide? - se lamentó Aarón.

Mientras tanto, en un promontorio desde que se observaba toda la batalla un misterioso caballero enfundado en una hermosa armadura ceremonial, contemplaba la contienda junto a su corcel. El caballo lucía unas hermosas protecciones de acero que brillaban con una tenue luz blanca.

- ¿Qué dices Lucero? ¿Cabalgaremos una última vez? – dijo el jinete en voz alta y Lucero le contestó frotando la mancha blanca de su frente sobre el pecho del caballero. Era su manera de decirle que su corazón estaba con el del guerrero. Son demasiados –afirmó y el caballo bufó lanzando nubes de vapor por sus ollares y piafando con bravura-. Está bien, cabalgaremos de nuevo, tu y yo, querido amigo – y diciendo esto el jinete subió en el corcel.

Desde lo alto de la ladera, el jinete y Lucero comenzaron a avanzar con elegancia. El animal alzaba sus rodillas con un ritmo saltarín más propio de una danza que de una carga. Con una transición armónica, el corcel fue pasando a un trote suave. El caballero se levantó sobre los estribos y puso su rostro cerca de la oreja de Lucero. En esa posición comenzó a salmodiar con voz grave:

Que la luz de las estrellas guíen nuestro camino.
Que tus cascos surquen el campo de batalla como estelas en el firmamento.
Que la fuerza de nuestros ancestros acudan en nuestra ayuda.
Que la estirpe de Aniram auxilie a los justos.
Que nos sea arrebatada nuestra vida si no somos fieles a nuestros hermanos.
Que la magia de la amazona nos ilumine y los caballeros cabalguen una vez más.


En la confusión de la batalla el eco de las palabras del caballero se escucharon con total nitidez. Aarón reconoció al instante la voz del jinete que los rescató. Una magia extraña volvió a arroparlo en un abrazo que lo incitaba a la batalla. Desde la distancia Lucero batía sus piernas con una velocidad sobrenatural, la hierba y las piedras se despedazaban ante la fogosidad del animal. Fue entonces, que con auténtico pasmo, el muchacho observó que la figura de jinete y corcel se distorsionaba haciendo aparecer otro caballero de la nada. Luego apareció otro, y otro y así se empezó a formar una caballería imponente. Aarón recordó el pergamino que había leído de los Caballeros de Aniram y para sus adentros susurró con veneración: “La carga de los mil jinetes”. Los caballos y jinetes se duplicaban a una velocidad asombrosa. En torno a Lucero surgieron guerreros legendarios de otras épocas, amazonas portando lanzas colosales, todos revestidos de acero y luciendo el blasón de Aniram en sus estandartes. El suelo comenzó a temblar, un ligero terremoto recorrió las tierras próximas al promontorio. El ejército de caballeros azuzaba a sus corceles en pos de una embestida inminente.

- Mirad allí – exclamó Aarón al ver que la carga de caballería se dirigía a uno de los flancos más débiles del ejército de muertos.

¡¡POR ANIRAM!!!- los miles de jinetes gritaron desatando una tormenta de valor.

Desde su posición, Górmul sintió que los caballeros podrían representar una amenaza. Dispuesto a terminar con aquella molestia, lanzó un bramido que llegó con claridad a sus huestes de ultratumba. Los muertos se replegaron y reforzaron el frente que iba a sufrir la carga de caballería. Las primeras filas alzaron unas picas tremendas con la longitud de varios hombres, un bosque de lanzas que de seguro serían el final de los bravos caballeros de Aniram.

- ¡Tenemos que aprovechar la carga de los caballeros! – exclamó Luisga que observaba todo con un ojo puesto en el Innombrable.
- ¡Van a despedazarlos con esas lanzas! ¡Tenemos que hacer algo! – gritó Lumi en el fragor de la batalla.
- ¡Debemos deshacernos de los piqueros! – observó Domi.

En ese momento, Diana se apoyó en la espalda de Luisga y aterrizó en la cabeza del Innombrable. Clavó su daga en el cráneo de la bestia y el dragón se revolvió con fiereza. Joaquín, conmovido por la valentía de su amiga saltó y clavo sus dos espadas recurvas en la espalda y ascendió por la columna del reptil propinando golpes y destrozando huesos.

- ¡Aprovechad ahora! –gritó Diana que se aferraba a su daga para no caer con las sacudidas del dragón-.
-Oídme todos – gritó Luisga- ¡Cargad contra los piqueros, hay que acabar con los esqueletos de las lanzas o los caballeros serán aniquilados!

Todos los que escucharon a Luisga, corrieron presos por una renovada esperanza, quizás la carga de los caballos fuese suficiente para abrir el camino hasta el Bastión. Los corceles cubrían con una velocidad fabulosa el trecho que los separaba del frente. Apoyados por la inercia del descenso, pronto chocarían contra los piqueros de Górmul y el desenlace sería terrible. Los miembros del Consejo corrieron en dirección a los lanceros dispuestos a terminar con ellos. Juan, el más adelantado, lanzó su hacha de doble hoja dando giros en el aire. El arma del muchacho barrió varios esqueletos y volvió a las manos de su dueño como un enorme boomerang. Pepi entró como un torbellino de afiladas hojas y se centró en destrozar todas las picas que veía intentando neutralizar la amenaza. Pero a pesar de los esfuerzos, el bosque de lanzas enemigas no mermaba. Fue Lumi el que se dio cuenta de que no podrían hacer nada y desesperado llamó a Luis.

-¡¡Luis te necesita…!! – el auxilio del muchacho se interrumpió porque observó que su compañero permanecía rígido en mitad del campo de batalla entre caballos y muertos. Sus ojos se volvieron blancos y una vez más, el joven eolir se convirtió en el instrumento de los dioses para canalizar su ira. Su cuerpo de iluminó con un aura rojiza y la furia del aire arremetió contra el enemigo. Alzando las manos, un torrente de viento tempestuoso barrió las filas de piqueros como hojas otoñales y en ese momento justo, la caballería de los guerreros de Aniram rompieron las filas de enemigos al igual que un río crecido destroza un dique de paja. El choque fue tremendo, los corceles entraron en el mar de muertos formando en cuña con Lucero al vértice triturando huesos a su paso.

Desde la distancia, Górmul sintió la magia canalizada por Luis y algo en su seno se estremeció al saborear la magia de sus hermanos los dioses.

Teilla, al lado de Aarón, instó a su compañero.
- Tienes que llevar el Zafiro, tienes que aprovechar la carga de los caballeros.
- Tienes razón- dijo Aarón saliendo de su ensimismamiento-. Es el momento.

Diciendo eso el muchacho recordó la poción que le regaló Antonio. “Úsala solo cuando tengas mucha prisa”. El joven hurgó en su bandolera y encontró el vial.

Centella descorchó el recipiente y se lo tomó de un trago. Al principio no notó efecto alguno pero pronto sintió un ardor que le recorría el pecho, observó que las cosas a su alrededor se ralentizaban pero, sin embargo, él podía moverse con normalidad. En una escena un tanto cómica, contempló los labios de Teilla que se movían muy despacio diciéndole: ¡Coooooooorreeeeeeeeee!

Entonces sus pies se movieron a una velocidad fabulosa, corrió con una rapidez jamás vista sobre la faz de Dámbil. Esquivaba a los enemigos con premura y agilidad, pasaba entre las patas de los caballos y, en un abrir y cerrar de ojos, estaba penetrando por las calles del Bastión, subiendo hacia la Pirámide.
- ¡Bendito seas Centella! -dijo Titón al ver al joven aproximarse con la piedra en la mano-.
- ¡Misión cumplida!- dijo satisfecho Aarón - ¡Mandemos de nuevo al infierno a todas esas criaturas!
- No perdamos tiempo, nuestros compañeros están arriesgando sus vidas -añadió Elisea.

Todos juntos se encaminaron hacia la entrada de la Pirámide, se detuvieron ante una enorme puerta, fabricada con los mejores metales de Dámbil, que guardaba el paso hasta la cima. Allí tendrían que realizar los conjuros para desatar el poder de la Piedra. Se pararon frente a la puerta y Titón introdujo la llave para abrirla. Un ligero "clic" corroboró que la puerta estaba abierta.

- Ahora recuerda, Titón, debemos depositar la Piedra en la cima de la Pirámide y accionar al mismo tiempo las cuatro torres para aumentar la energía del Zafiro - aclaró Eli-.
 
El anciano cogió el Zafiro de las manos de Aarón.

- Creo que debo deciros algo antes de que subáis -dijo Águila cogiendo a Eli por el hombro-. Las instrucciones que te dio Titón no sirven absolutamente de nada.
- ¿Cómo? - Elisea, aturdida por la notica, se giró para hablar cara a cara con Águila- ¿Qué dices que ha hecho Titón? -exclamó la muchacha visiblemente alterada-.

Cómo única respuesta, se escuchó el ruido sordo de la puerta que daba acceso a la Pirámide cerrarse de un portazo, para a continuación, con el sonido de los engranajes, confirmar que la cerradura había sido atrancada desde dentro.

- ¿Dónde está el Zafiro? – preguntó Eli exaltada
- Se lo acabo de entregar a Titón-explicó Aarón.
- ¿Por qué nos deja fuera? Tenemos que activar el Zafiro – se lamentó Eli.
- ¿Pero qué demonios le sucede a este viejo chiflado? - gritó enfadado Aarón- ¿Qué pretende?
- ¡Estúpido viejo! ¡Abre la puerta! ¡Sabía que tramabas algo! – bramó Elisea fuera de sí.
- ¡Titón abre la puerta! ¡Danos el Zafiro! – pidió Aarón mientras daba puñetazos al portón de la Pirámide.

Entonces sucedió.
¡¡¡Booooommmmmmmmm!!!

Los defensores vieron como los esqueletos con los que luchaban se deshacían convirtiéndose en montones de huesos. Diana y Joaquín seguían luchando contra el Innombrable cuando el dragón estalló en mil pedazos. Górmul, en mitad de su ejército, vio como una luz azul se acercaba barriendo todos sus sueños de codicia y de maldad. Trató de correr desesperadamente, sus ojos reflejaron el miedo y sintió como su alma era arrastrada con una intensidad irresistible. Su armadura se inflamó como si estuviera siendo fundida desde dentro, finalmente un grito de desesperación brotó de su garganta y Oscuridad abandonó Dámbil para siempre.

Después, el silencio reinó un instante debido a la conmoción, pero pronto el calor de las voces humanas y de los pueblos libres de Dámbil inundó la atmósfera. Todos gritaban de júbilo, se abrazaban y reían. Otros cantaban y bailaban. Algunos lloraban de felicidad y otros de tristeza pues muchos nobles guerreros habían dado su vida por defender aquellas tierras.

En lo alto de la Pirámide un chasquido en la puerta volvió a liberar la cerradura. Aarón y Eli entraron a la cima aún aturdidos por lo que acababa de pasar. En el aire se percibía los residuos de la magia reciente. El Zafiro, que reposaba en un pedestal resplandecía con una luz azulada cegadora. En el suelo se veían los restos de una túnica chamuscada.
- ¿Titón? –preguntó Aarón con miedo.

Eli fue la que vio un papel tirado en el suelo. A pesar de que la hoja estaba parcialmente quemada, la muchacha reconoció la letra y enseguida recordó el libro de la biblioteca que tenía una página arrancada. Aquella era la página. La muchacha se acercó el trozo de papel y ahogó un grito posando una mano sobre su boca.

- ¿Qué pasa Eli? – preguntó Centella preocupado por el semblante de su amiga.
- Tal vez yo pueda explicarlo- afirmó Águila tras el muchacho mientras entraba en la sala-. Vuestro compañero descubrió algo sobre el Zafiro y no quiso compartirlo con nadie. La amarga verdad sobre la piedra, es que solo se puede activar entregándole un alma a cambio.
- ¿Quieres decir que…?- el joven no terminó la pregunta, su compañera Elisea le respondió de inmediato.
- Titón se ha sacrificado para activar el Zafiro – afirmó la muchacha con voz monótona y en estado de shock.
-¡NO! –gritó Aarón mirando a los lados intentando disimular las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
- Lo siento mucho pero ha sido su decisión ¿Acaso no recordáis la última visión de Teilla?

Aarón se esforzó en recordar y entonces las palabras de Teilla resonaron en su cabeza, aquel día en la asamblea:
"Veo un Águila que sobrevuela el Bastión....una piedra azul brillante.....y una llama que se apaga"

- ¡¡¡Una llama que se apaga!!! ¡ Titón era un Flaimer!- exclamó Aarón.
- Titón supo interpretar la visión de Teilla, sabía que ese era su destino –sentenció Águila con seriedad.

Poco a poco los hermanos del Consejo se fueron reuniendo, se abrazaban y reían, el mal había desaparecido y Górmul, derrotado para siempre. Cuando llegaron a la Pirámide, todos vieron a Aarón y Eli llorar, al principio pensaron que era de felicidad pero cuando los dos jóvenes se calmaron explicaron que Titón había muerto para activar el Zafiro. Entonces la alegría se tornó amarga ya que todos lamentaron la muerte del anciano. Juntos, todos los miembros del Consejo, entraron en la Pirámide y recogieron los trozos de la túnica del anciano Flaimer para rendirle homenaje.

Desde aquel día, una nueva edad de paz comenzó en Dámbil. Dice la leyenda que Titón, junto con Élestor y Rínuviel, se hicieron guardianes del infierno y cuidaron durante toda la eternidad de que ningún alma malvada escapara del Zafiro. Del Consejo de los 18 poco se sabe, pues para ellos finalizó una etapa muy importante en sus vidas y es ahora cuando, cada uno, tendrá que escribir su verdadera historia. 

1 comentario:

  1. Hola maestro perdón por comentar tarde es que he estado ocupado ayudando a mis padres y bueno quería decirte que gracias por averme enseñado y aprendido me lo he pasado muy bien este sexto curso gracias por todo espero que te valla bien bye

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