Hace muchas lunas, cuando las
estrellas brillaban con fiereza en el firmamento existía un lugar llamado Dámbil donde vivían en armonía toda clase de bellas
criaturas. No existía la electricidad ni había vehículos ni tampoco grandes
edificios como los de ahora. Tampoco había teléfonos, ni ordenadores pero había
muchos buenos artesanos que forjaban y fabricaban tesoros con poderes
inimaginables. Era un mundo sencillo con grandes campiñas verdes, montañas que
desafiaban el cielo y ríos y lagos
cristalinos. Era un lugar de gran belleza en el que podías sentir la magia en
todo lo que te rodeaba.
En
Dámbil había elfos; poderosos e inmortales. Existían trolls, enormes y fuertes.
Orcos; robustos y fieros. Duendes; inteligentes y audaces. Dragones; sabios y
terribles. Todos tenían grandes cualidades que aprovechaban para relacionarse
con las demás criaturas; comerciaban, organizaban grandes eventos y compartían
la sabiduría por el bien común. Eran un mundo de paz.
Pero
de entre todos los seres que habitaban este fantástico mundo, los humanos eran la
raza más numerosa. Vivían repartidos por el mundo mágico organizados en cuatro
tribus y a cada una se le había concedido
el don divino de controlar mágicamente uno de los cuatro elementos de la
naturaleza; agua, tierra, fuego y aire. Por esa razón, desde pequeños, los
humanos eran adiestrados en el manejo de la magia elemental, para poder usarla de forma responsable.
Los
miembros de la tribu del fuego recibían el nombre de "Flaimers". Eran
humanos, altos, orgullosos y extraordinariamente resistentes al fuego. Los más estudiosos, eran capaces de dominar
las abrasadoras llamas según sus deseos.
Gracias a eso, eran especialmente diestros en el dominio de la forja y
trabajaban el metal con habilidad realizando todo tipo de objetos útiles; desde
herramientas para el campo hasta armas y
armaduras.
Los
humanos que dominaban el agua eran conocidos como los "Wouters". Eran
bellos e inteligentes y solían habitar a orillas del mar o cerca de lagos,
estanques y ríos. Se dice que eran
capaces de hablar con todas las criaturas acuáticas y, que si lo deseaban,
podían manejar el agua a voluntad. Tenían la cualidad de permanecer bajo el
agua durante mucho tiempo sin necesidad de respirar. Les encantaba trabajar con
el cristal y fabricaban todo tipo de objetos con él, de hecho inventaron un
material muy valioso que era venerado por todos las criaturas. A este material
se le llamó Plerio, era una sustancia maravillosa y de gran belleza, parecida
al diamante. Dicen que cuando la luz impactaba en este material reflejaba un arcoíris
de colores nunca vistos que hipnotizaban a todo aquel que lo miraba. Con el tiempo el Plerio se
convirtió en moneda de cambio y todas las criaturas comerciaban con él, pues
además de ser un material precioso y venerado, las demás criaturas le
encontraron usos muy peculiares que iremos desvelando más adelante.
Los
"Terrarus" fueron los que recibieron el don de dominar la tierra.
Amaban cultivarla y trabajarla. Eran expertos en la minería y extraían con
delicadeza todo tipo de metales y materiales preciosos que vendían a las demás
tribus y criaturas. Eran fuertes y robustos y su piel era tan dura que parecía
una armadura natural. Los "Terrarus"
más poderosos eran capaces de provocar terremotos y de entender el idioma
desconocido de las rocas.
Los
guardianes del don del aire fueron llamados "Eolirs". Eran delgados, ágiles y
sus cabellos eran largos y dorados. Tenían la extraordinaria habilidad de
dominar el aire de tal manera que podían caminar sobre él. Eso les
permitía desplazarse grandes distancias
surcando los aires, sin tocar el suelo. Amaban la música y componían bellas
melodías usando instrumentos de viento fabricados con delicadeza y maestría. Se
dice que si enfurecían, su cólera era
capaz de desatar tempestades, por eso era mejor no enfadarlos.
Los
humanos más poderosos, justos y sabios de cada tribu eran seleccionados para
formar parte de una élite de guerreros que tenía el deber sagrado de defender
el mundo mágico de Dámbil de cualquier mal.
Vivían en un lugar muy peculiar llamado Bastión Elemental y se hacían
llamar "El consejo de los 18". Los jóvenes que componían el consejo
eran humanos de gran poder; trabajaban y se entrenaban duramente y eran conocidos como los "Señores de
los Elementos".
Pero
sucedió, que tras siglos y siglos de paz, los habitantes de Dámbil se relajaron
y se volvieron débiles y confiados. Ningún miembro del Consejo de los 18 estaba
preparado para lo que iba a venir…tiempos oscuros y tenebrosos.
Con tu imaginación y magestuosas palabras, haces que todos viajemos por los lugares que describes, metiéndonos en el papel de los personajes. Enhorabuena, eres un crack!!!
ResponderEliminarSin palabras maestro, eres único. ¡Qué suerte tienen tus alumnos y alumnas de tenerte como su guía educativo!
ResponderEliminarAlucinados Linde y yo, se lo voy leyendo mientras el conduce, vamos de camino a Linares. Seguimos!
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