martes, 29 de mayo de 2018

CAP 33: El pueblo errante


El gobernador estaba prácticamente encima del mapa de Dámbil, sus manos temblorosas delataban el creciente nerviosismo de Árgod ante la inminente evacuación de Pasoalto. Pepi miraba pensativa el mapa y Lumi jugueteaba con unas figuras que representaban soldados. Finred, situado junto a Árgod,  observaba el mapa y recorría con el dedo el  camino que evocaba en su pensamiento. Al fondo de la sala, ajeno a lo que estaba pasando, se encontraba Luis con los brazos cruzados con actitud distraída. El gobernador de Pasoalto rompió su silencio:
- Bien, hemos conseguido convencer al pueblo para marcharnos de aquí, pero tenemos pocas posibilidades… -dijo el gobernador dejando la frase sin terminar y observando el gigantesco mapa de Dámbil.
- Lo único que tenemos claro es que no podemos ir hacia el norte, sería ir directos al encuentro con el ejército de Górmul y un suicidio –afirmó Lumi.
- Iremos al Bastión, nos llevaremos a todos con nosotros y una vez allí buscaremos la manera de refugiarlos, algunos incluso podrán ayudarnos en la defensa – propuso Pepi con seguridad.
- Es lo más sensato – dijo Finred apoyando la idea de Pepi-. Debemos llevar al pueblo por donde hemos venido, es decir, cruzaremos el Paso de los Gemelos de nuevo en dirección Sur. Si el ejército de Górmul nos sigue, los obligaremos a pasar por el angosto pasillo de roca que forman las montañas, para ellos será muy difícil cruzar y ganaremos el tiempo suficiente para coger algo de ventaja.
- Tengo mis dudas –dudó Árgod-. Nos esperan tres días de viaje  hasta el Bastión, cargamos con ancianos y gente enferma…no sé si seremos capaces –el gobernador se pasó la mano por la cabeza con cierto nerviosismo, estaba visiblemente incómodo tomando aquella decisión.
- Estamos perdiendo un tiempo precioso – dijo Lumi contrariado por la actitud del gobernador- cada minuto que pasamos aquí sin hacer nada, es un minuto que Górmul aprovecha para acercarse a nosotros-.
- Pero… ¿Y si Górmul decide seguirnos por el Paso de los Gemelos? – Preguntó finalmente Árgod manifestando sus temores-.
- Si Górmul nos sigue, nos defenderemos como podamos – dijo Pepi con autoridad dando un golpe sobre la mesa- Señor Árgod, creo que no se ha dado cuenta de que su situación es desesperada, o huimos con rapidez o todos nosotros moriremos pero debemos decidir ya- terminó Pepi golpeando la  mesa con rabia-.
- Supongo que tenéis razón –se resignó el gobernador, haremos los preparativos para ir al Bastión, descansad un poco, aún quedan unas horas para que amanezca y abandonemos el pueblo.
La noche pasó fugaz y furtiva, el pueblo seguía ajetreado ajeno a las primeras luces del amanecer. Los más jóvenes cargaban las bestias de equipaje y algunos construían parihuelas para llevar a los ancianos y enfermos que no podían caminar.  Poco a poco se fue improvisando una larga hilera de personas para iniciar la marcha. Por orden del gobernador, los guardias armados irían en cabeza de la fila para asegurar el camino. Lumi y Pepi estarían moviéndose entre el gentío, Árgod les había aconsejado que animaran a los habitantes de Pasoalto, ver a los Consejeros entre ellos aumentaría la moral de los evacuados. A Luis nadie le hablaba desde la fuerte discusión con Pepi, así que no le fue asignada ninguna función.  Ya cuando los habitantes abandonaban su hogar, Finred se acercó a Pepi:
- Pepi, no voy con vosotros –dijo el elfo con rostro serio.
- ¿Cómo? No puedes dejarnos ahora, necesitamos tu ayuda Finred – exclamó Pepi sorprendida-.
- A pesar de que sus formas no son las adecuadas, vuestro compañero Luis tiene parte de razón –afirmó mientras señalaba con la cabeza a Luis, que en ese momento cerraba la marcha yendo con los últimos de la fila-. No podemos mandar al traste la misión, iré solo a buscar la ayuda de los elfos, tal vez pueda conseguir que vengan al Bastión para defenderlo.
- Entiendo –dijo Pepi bajando la cabeza un tanto triste- creo que no es mala idea después de todo, si nos separamos quizás podamos cumplir las dos misiones.
- Nos separamos aquí, despídeme de tus dos compañeros, pero antes de irme me gustaría darte esto –el elfo extendió la mano y le dio a Pepi una carta cerrada-.
-¿Qué es esto? – preguntó Pepi extrañada mirando el sobre pero no tardó mucho en ver un nombre escrito en la carta y en su cara se empezó a dibujar una sonrisa.
- Es para Rosa – contestó el elfo sin esconder su timidez-. No sé cómo va a terminar todo esto, estamos rodeados de peligros y me gustaría que estas palabras le llegaran a ella ¿me ayudarás?
- Claro que te ayudaré, Finred – contestó Pepi-. Es más, estoy segura que Rosa no llegará a leer esta carta y tú mismo podrás decirle  lo que has escrito mientras la miras a los ojos- Pepi quedó un instante pensativa y posó con cariño la carta sobre su pecho -. ¿Sabes una cosa? En este momento tan oscuro que estamos viviendo, es bonito pensar que aún hay alguien que piensa en el amor. Te deseo mucha suerte Finred, nos veremos en el Bastión.
- Gracias por llevar la carta Pepi, yo también os deseo mucha suerte – y diciendo esto, el elfo partió en dirección al Oeste dejando a los tres consejeros para llevar a todo el pueblo de Pasoalto hacia el Bastión.
Con lentitud, las gentes de Pasoalto se movían con parsimonia a través del camino. Ralentizados por los enfermos y ancianos que iban en la marcha, el pueblo avanzaba despacio hacia el Paso de los Gemelos. Más de dos mil personas, tratando de huir de la perdición. Luis caminaba cabizbajo al final de la fila, nadie le hablaba, entre la gente del pueblo se extendió el rumor de que aquel muchacho había querido dejarlos abandonados a su suerte. Siendo el último, fue el primero en percibir el olor, el viento gélido del norte arrastró una pestilencia nauseabunda que azotaba el olfato con contundencia. El dulzón aroma de putrefacción del ejército de muertos llegó hasta todos los habitantes sembrando el terror entre todos, sin duda, cada vez estaban más cerca.
                De forma ordenada, el pueblo de Pasoalto formó una fila más estrecha para atravesar el Paso de los Gemelos. Con lentitud pero con paciencia, poco a poco fueron pasando todos a través del angosto pasillo. Fue nada más atravesar el paso cuando todos sintieron unas vibraciones anormales en el suelo.
- ¿Qué demonios es eso? ¿Un terremoto? – dijo un joven aldeano visiblemente aterrado.
- Eso, amigo mío, es el sonido de un ejército – afirmó un anciano que caminaba a su lado.
- ¿Un ejército puede hacer temblar la tierra?- preguntó incrédulo el joven.
- Un ejército muy grande muchacho, demasiado grande –contestó el anciano.
El olor y las vibraciones del terreno pronto despertaron el pavor entre los evacuados. Algunos comenzaron a andar con prisas y soltaron sus pertenencias. La fila se rompió; los ancianos y los niños comenzaron a quedarse atrás. Luis observó que algo estaba cambiando a su alrededor, eran los primeros síntomas del pánico. Entre los primeros de la fila y los últimos se abrió una brecha visible, los más rápidos huían atenazados por la cercanía del ejército de muertos. El joven consejero inspeccionó  su alrededor y se sorprendió al encontrar una cara que sonreía. Lo reconoció al instante, era aquel niño tan pesado que llevaba la camisa con la estrella de la esperanza. Retiró su mirada y siguió marchando mirando al suelo intentando ignorar que las vibraciones del terreno eran cada vez mayores. Fue entonces cuando todo sucedió:
- ¡Están aquí! – dijo alguien gritando con voz desesperada. 
Una marea negra empezaba a cruzar el Paso de los Gemelos, los esqueletos y cadáveres andantes caminaban con una rapidez asombrosas. Al mirar, Luis pensó que el Paso de los Gemelos parecía un hormiguero en ebullición. Los esqueletos se amontonaban unos sobre otros, era tal la violencia con la que trataban de atravesar el paso que desde su posición podía escuchar cientos de huesos romperse al apelotonarse en aquel pasillo tan estrecho. Luis apenas pudo reaccionar cuando observó que varios trolls gigantes habían escalado por las montañas cercanas al Paso de los Gemelos y empezaron a lanzar rocas sobres las gentes de Pasoalto. Muchos proyectiles cayeron lejos de su posición levantando una enorme polvareda, Luis se relajó un instante al comprobar que se  habían alejado lo suficiente como para que no los alcanzaran cuando, justo detrás de él, hubo un enorme estruendo y  él mismo salió volando por la fuerza del impacto. 
La confusión fue total, gritos y llantos. Luis se levantó aturdido, por un lado todos corrían para quitarse del alcance de las rocas de los trolls y por otro, la tremenda nube de polvo le impedía ver qué pasaba en el Paso de los Gemelos. Tosió y se palpó el cuerpo en busca de alguna herida, comprobó, para su alivio, que apenas tenía un par de magulladuras, nada grave. El polvo se fue depositando aclarando la visión y comprobó con horror que varias decenas de muertos habían atravesado el paso y se dirigían corriendo hacia su posición en busca de sangre. Examinó nervioso su alrededor buscando una salida cuando el mundo se detuvo y su mirada se posó en un cuerpo que yacía en el suelo inerte. A tan solo unos pocos pasos de él estaba el cuerpo del niño que había sido tan cansino. Parcialmente cubierto de rocas, era una de las víctimas del proyectil de los trolls que los asediaban desde las montañas.
Luis sintió que su vista se volvía a nublar, se pasó el antebrazo por el rostro y comprobó que las lágrimas anegaban sus ojos. No podía apartar la mirada del pequeño “qué injusticia” pensó y el mismo se sorprendió al tener ese pensamiento pero ¡era verdad!; aquel niño no había hecho nada malo y ahora estaba muerto. A diferencia de otras ocasiones en las que su corazón latiría desbocado clamando venganza, de repente se sintió tranquilo y caminó con lentitud directamente hacia sus enemigos. Iba mirando al suelo, consciente de que seguía llorando y cada lágrima arrastraba el polvo de su mejilla descubriendo la piel limpia de su cara. Llamó a su poder elemental para iniciar un ataque con magia, pero sintió que en su interior algo se había roto. Por primera vez desde que tenía uso de razón, no invocó su poder para hacer un hechizo destructivo, para presumir delante de alguien o para dar rienda suelta a un enfado, por primera vez en su vida invocó su poder para defender a todas las personas que estaban tras él, se juró a sí mismo que nadie más moriría ese día. Pero el poder elemental de Luis no llegó, en su lugar sintió que un fuego recorría todo su cuerpo como si su sangre su hubiera tornado en lava, sintió una electricidad estática fluir a su alrededor, el suelo bajo sus pies vibró con violencia y todo su cuerpo se iluminó con aura  carmesí tiñendo el cielo de rojo. Luis percibió una magia extraña que fluía por todo su ser pero aquella sensación era reconfortante, notaba un presencia cercana que le susurraba palabras en un extraño idioma que podía entender y supo lo que debía hacer. Puso los brazos en cruz y tensó las palmas de las manos, canalizó todo el poder que había acumulado y con un gesto repentino lanzó sus brazos hacia delante cruzándolos por delante del pecho.
- ¡¡¡ Partiré montañas!!!- la voz de Luis surgió como un  trueno que recorrió el Paso de los Gemelos. 
De sus manos brotaron, lo que parecían dos inmensos discos de energía que brillaban con un intenso resplandor rojizo. La energía liberada por el muchacho recorrió el campo de batalla despedazando las abominaciones de Górmul, pero la intención de Luis no era eliminar a los no-muertos. Alzando las manos con un gesto preciso y grácil, los discos se elevaron hacia la parte intermedia del Paso de los Gemelos y atravesaron la montaña de lado a lado. Seguidamente la montaña se estremeció y con un quejido estridente y lastimero, se derrumbó sobre el ejército de Górmul cerrando el Paso de los Gemelos  poniendo miles de toneladas de roca entre los muertos y los habitantes de Pasoalto. 
Luis sintió que la fuerza que lo poseía lo abandonaba poco a poco. Intentó comprobar el resultado de su hechizo pero una tremenda nube de polvo impedía ver a lo lejos. Con miedo intuyó unas sombras que cruzaban la inmensidad de la polvareda y aparecieron una docena de esqueletos  que caminaban hacia él con determinación homicida. Entre los esqueletos, surgió un enorme troll horrible que llevaba un troco de madera en la mano.  Con urgencia volvió a recurrir a su poder pero comprobó con terror que no podía moverse- “¿Qué me pasa?”-, no podía mover un músculo. El esqueleto más adelantado se acercaba amenazante empuñando una enorme lanza, su enemigo estaba tan solo unos pasos y observó como preparaba el arma para acabar con su vida, no pudo ni cerrar los ojos, tan solo esperar que el acero se clavara en su cuerpo arrancándole la vida. Justo cuando comprobó que el muerto alzaba la lanza para darle el golpe de gracia una sombra negra  cruzó su campo de visión con una velocidad asombrosa. El muerto quedó destruido al instante, clavada en su cabeza estaba el arma de Pepi; un enorme bastón acabado en cuchilla. Luis volvió a respirar con alivio, había estado a punto de morir. Pronto apareció la dueña del arma, surcó el aire como una pantera, recogió su nignata y arremetió contra los muertos que seguían acercándose. 
La joven consejera inició un baile de muerte, recorrió el campo de batalla haciendo molinetes con su bastón pulverizando huesos, pero su decisión se tornó en duda al verse de frente ante el enorme troll. Su aspecto era tan grotesco que Pepi tuvo que esforzarse para no vomitar, presintiendo que sería una locura atacarlo directamente  lanzó de nuevo su arma apuntando directamente a la cabeza. 
El troll putrefacto hizo un rápido movimiento con el tronco que llevaba en su mano y desvió la trayectoria desbaratando el ataque de la muchacha. Pero la intención de Pepi era distraerle, mientras el troll se centraba en repeler su ataque, ella recorrió el espacio que le separaba de la bestia deslizándose por el suelo y posó sus manos sobre las rodillas del troll. Cuando la bestia reparó en la muchacha, ésta estaba agarrando sus piernas. Pepi trató de concentrar su poder elemental de agua  lo más rápido posible, su intención era usar el poder wouter para congelar aquella abominación. Invocó su magia y un manto de frío envolvió a la joven, poco a poco el hielo se formó alrededor de sus manos cubriendo las piernas de su adversario. “Esto no funciona, voy demasiado despacio” pensó la muchacha mientras intentaba hacer acopio de todo su poder. La bestia no sentía el frío y pronto tomó la decisión de matar a esa joven tan molesta. Elevó sobre su cabeza el tronco que portaba en la mano dispuesto a machacar a la consejera. “Me va a matar” pensó Pepi y cerró los ojos intuyendo el  golpe que se avecinaba. El troll bajó el brazo con una fuerza asombrosa y el impacto resonó en todo el Paso de los Gemelos…Pepi abrió los ojos sorprendida de seguir viva y comprobó que algo se había interpuesto entre ella y el tronco del troll.
- ¡Lumi! –gritó la consejera al ver a su compañero erguido con su martillo cruzado por encima de su cabeza. El muchacho había detenido el golpe interponiendo su mazo  en el último momento. El choque había sido inmenso, el troll intentaba bajar el tronco pero Lumi se lo impedía haciendo acopio de toda su fuerza bruta.
- ¡Vamos, Pepi, no aguantaré mucho más! – gritó Lumi con voz desesperada.
                La muchacha consiguió canalizar todo su poder y el hielo terminó de cubrir totalmente el cuerpo del troll.
- ¡Ahora Lumi! – ordenó Pepi guiada por el fragor de la batalla. El muchacho, dejó de sentir la presión del troll que ahora estaba encerrado en una prisión de hielo, liberó el martillo y lo hizo oscilar por encima de su cabeza, con un gran grito lanzó un tremendo golpe al bloque de hielo y este estalló en mil pedazos.
Desde su posición Luis contempló con admiración el combate de sus compañeros, sin poder moverse aún, vio como el troll era pulverizado por el martillo de Lumi pero observó con incredulidad como una luz azul flotaba en el aire en torno a los restos de la bestia. Como si fuera un fantasma, aquella energía azulada empezó a sobrevolar el campo de batalla hasta que se paró encima del niño que estaba tendido en el suelo. Luis recordó que en la asamblea habían contado como  el alma de los muertos buscaba otro cuerpo para poseer y seguir combatiendo. Con incredulidad  observó que la luz bailoteaba en torno al niño –“No por favor, no lo poseas”- pero el fantasma levantó el vuelo y se alejó arrastrado  por el viento del Norte. Fue entonces cuando  Luis recuperó el movimiento.
- ¡Está vivo! –gritó y corrió al lado del niño que yacía en el suelo. Con delicadeza se apresuró a recogerlo y comprobó con felicidad que respiraba. Lo cargó sobre sus hombros. Mientras caminaba notó que los brazos del niño rodeaban su cuello con algo más de fuerza.- Has sido muy valiente chico, ya estás a salvo –dijo Luis por si el chico podía escucharle, entonces sintió un leve susurro, casi inaudible.
- Me llamo Sera, señor- dijo con voz débil y temblorosa.
- No te preocupes Sera, enseguida estarás curado – afirmó Luis mientras se abría paso entre las gentes en busca de algún sanador.
                Luis no tardó en dar con un sanador que quedó al cuidado del muchacho. Se sintió fatigado y le apetecía estar solo. Ahora todo el mundo lo miraba de otra manera, una mezcla de admiración y miedo. Se estaba alejando del gentío cuando se le acercó Árgod, el gobernador.
- Muchacho, lo que has hecho es extraordinario, partir una montaña por la mitad solo está al alcance de los elegidos por los dioses. Con tu valentía no solo nos has salvado, sino que nos has dado tiempo. Górmul tendrá que desviarse por los pasos de montaña y no podrá darnos alcance –dijo el gobernador con admiración-.
- ¿Elegido por los dioses? –preguntó Luis con aire ausente. Es cierto que sentí un poder inmenso que no era mío, pero después de hacer el hechizo me quedé indefenso, no podía moverme, si no llega a ser por…- Luis dejó la frase sin terminar, mientras pensaba que sin la intervención de Pepi y Lumi habría muerto.
- Llegué a tiempo para ver lo que hicieron tus compañeros, si no llega a ser por ellos ahora estarías muerto, es cierto, pero eso me hace pensar aun más que aquel poder te fue otorgado por un dios –explicó el Árgod con cierto misterio.
- Pero si un dios me dio el poder de partir la montaña ¿por qué me dejó indefenso ante el ataque de los muertos? –preguntó Luis con escepticismo.
- Bueno, yo no soy un dios, ni puedo hablar por ellos pero si he visto las formas con las que tratas a tus compañeros. Igual que los dioses te dieron el poder de partir por la mitad el Paso de los Gemelos, también pudieron quitártelo para hacerte entender que el mayor poder que tenéis los tres, es trabajar juntos, codo con codo y cuidándoos mutuamente. Piensa en ello –y diciendo esto, Árgod se despidió dando unas palmadas en la espalda a Luis cariñosamente.
                El muchacho empezaba a entender lo que quería decirle el gobernador y suspiró profundamente. Por primera vez en mucho tiempo se sintió bien consigo mismo y notó una calma agradable en su corazón. Acababa de hacer algo extraordinario y en vez de sentir unas ganas irrefrenables de restregar su éxito a los demás y de vanagloriarse en su triunfo, descubrió que temía por la seguridad de la gente que lo rodeaba y que no descansaría hasta verlos a salvo en el Bastión. Estaba pensando en ello cuando una mano se posó en su hombro, se giró y descubrió a Pepi.
- Lo que has hecho ha sido asombroso –afirmó Pepi con una sonrisa en su cara-.
- No… no sé ni cómo lo hice – explicó Luis titubeante.
- Bueno, si te sirve de algo, cuando comenzó todo el jaleo, sentí una magia enorme y corrí hacia ella. Me sorprendí al ver como se derrumbaba el Paso de los Gemelos, y apenas tuve tiempo de hacer nada más porque vi como un esqueleto te atacaba y tú no te movías – Pepi permaneció un instante callada y añadió- Bueno, hubo un detalle que me estremeció, cuando te miré, solo por un instante, vi que tus ojos habían desaparecido.
- ¿Qué mis ojos habían desaparecido? –preguntó Luis sorprendido-.
- Sí, bueno no es que desaparecieran, simplemente estaban totalmente blancos –aclaró Pepi y Luis quedó pensativo, casi preocupado.
- Guerrero de la ira-susurró Luis para sí mismo.
-¿Qué dices? –preguntó Pepi que no había oído bien lo que decía su compañero.
- Nada –dijo Luis quitando importancia al asunto. Por cierto, contad conmigo para proteger a esta gente, no he olvidado mi juramento y…-Luis dudó un poco, le costaba trabajo expresarse- siento haberme portado como un imbécil… ¡Ah! Y gracias por salvarme la vida.
Pepi dibujó una sonrisa entrañable y sincera.
- Yo siento haberte dado una bofetada –se excusó Pepi.
- Bueno, la verdad que llevo tiempo ganándomela –dijo Luis correspondiendo la sonrisa de su compañera y los dos rieron con ganas. En ese preciso instante, Luis fue consciente de que se sentía parte de algo importante y por un fugaz momento experimentó la verdadera felicidad.

4 comentarios:

  1. felicidades maestro cada ver mejoras mas

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  2. Maestro tus historias me en canta sigue asin un saludo Juan Y Antonio

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  3. Maestro por los niños que esta todo guapa hazme caso me encanta como ha metido hay el guerrero de la ira :)

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  4. Maestro tienes mucha imaginacion PEPI

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