Las manos le
temblaron, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, la luz de la vela arrojó
brillos en su piel allá donde el sudor hacía su aparición. Carraspeó y trató de
serenarse, el libro que había encontrado contenía datos que le hicieron
estremecerse en su silla. Miró a su alrededor como tratando de hallar una
salida a la encrucijada de pensamientos, las sombras de de la biblioteca se
alargaron tratando de intimidarlo.
"No… no pueden conocer esto.
Defraudaré a muchos… pero no me queda otra salida" -pensó-.
En ese preciso
instante, los sonidos amortiguados de unos pasos se dejaron oír en los pasillos
de la biblioteca, cada vez más cerca.
Sin pensarlo arrancó la página
del libro y se la guardó en un pequeño pliegue de la manga.
- ¡Ah! Estás aquí Titón, llevo un
rato buscándote - interrumpió Elisea.
- Ejem…sí, estaba buscando
información sobre el zafiro -contestó el anciano.
- ¿Estás bien? Te veo nervioso y
estás sudando como un pollo -observó la muchacha.
- Bueno…es que hace calor aquí y
esta túnica es demasiado gruesa- mintió el anciano.
En ese instante Rosa y Águila
entraron en el edificio. Elisea se asomó al pasillo para que la vieran y los
llamó:
- ¡Qué suerte que estéis por aquí!
Os estaba buscando, venid –les solicitó Elisea para que se acercaran.
Rosa y Águila
llegaron al apartado en el que Titón y Elisea esperaban. Se sentaron en torno a
una gran mesa en la que aún permanecía el libro del que Titón había arrancado
la página pero nadie le prestó atención. Rodeados de estanterías, se saludaron
e intercambiaron algunas palabras de cortesía hasta que Eli les pidió a
todos que se sentaran.
- Debo informaros de un problema bastante
preocupante – comenzó Eli con tono sombrío y mientras lo decía sacó un
artefacto extraño parecido a un cilindro que brillaba con una luz azul suave-.
Mirad esto –dijo poniendo el extraño objeto encima de la mesa-. Esto es el
medidor de energía de nuestra Pirámide, sirve para comprobar los niveles de magia.
Llevo usándolo años, era imprescindible para asegurar que los niveles de magia
de la ciudadela eran los adecuados para seguir flotando en el aire.
Entonces Rosa interrumpió a su
compañera.
- Pero, si ese aparato sirve para
medir la energía ¿no está demasiado vacio? – preguntó Rosa un tanto preocupada.
- Efectivamente, ahí está el
problema. Cuando me ordenasteis que bajara el Bastión a tierra firme, las
reservas de magia de la Pirámide se
gastaron en el proceso, me preocupa que los niveles de magia sean
insuficientes y no podamos usar el poder el Zafiro…si es que nuestros
compañeros consiguen traerlo – la forma con la que Eli dijo esta última frase,
desvelaron cierta desesperanza, ya habían pasado 4 días desde que sus
compañeros salieran para buscar el Zafiro y no habían recibido noticias-.
- Me temo que estás en lo cierto,
muchacha –intervino Águila confirmando las sospechas de Eli-. La idea es usar
la magia de la Pirámide para amplificar el poder del Zafiro, si no usamos el
poder suficiente corremos el riesgo de que muchas almas malditas queden libres
o puedan resistir la atracción del Zafiro. Hay que buscar una solución –sentenció
el enviado de los dioses-.
Elisea sonrió y puso encima de la
mesa un libro.
- Creo que tengo la solución, por
eso quería hablar con vosotros – y diciendo esto abrió el libro por una página
que ya tenía señalada, en ella se veían unos dibujos extraños y se describía un
ritual-. Aquí he encontrado algo que
puede ayudarnos. Se trata de un conjuro que permite “donar” magia a la Pirámide.
El proceso es muy sencillo, tan solo hay que convocar parte de nuestra magia
mientras posamos una mano en la pared de la Pirámide. Debería de funcionar –dijo
entusiasmada-.
- Es un descubrimiento
maravilloso –afirmó Rosa mientras contemplaba con admiración a Eli. Desde su asiento Águila sonreía y Titón
parecía sorprendido por el trabajo de la intendente del Bastión-.
- Si empezamos ya, podemos donar todos
nuestra magia para renovar el poder de la Pirámide-propuso el anciano Titón.
- Antes hay algo que debo
deciros, este método tiene un peligro importante – añadió Eli con excitación-.
El donante debe tener mucho cuidado al donar sus poderes porque si transfiere toda su magia perderá su poder
elemental para siempre.
- ¡Estás diciendo que si alguien
da todo su poder no podrá recuperarlo jamás! –exclamó Rosa sorprendida ¡Pero
eso no tiene sentido!
- Bueno, realmente si lo tiene. En
el libro –explicó Elisea poniendo una mano encima del tomo- explica que
antiguamente se usaba este sistema para que los magos pudieran retirarse en paz
después de años de trabajo. Lo interesante de esto es que parece que es mucho
más rentable dar toda la energía que solo una poquita. Si un mago decide donar todo
su poder la magia de la Pirámide aumenta enormemente.
- ¿Y si cedemos solo una parte de
nuestro poder? –preguntó Titón.
- Claro, esa es la idea. Podemos
pedir a toda la gente del Bastión que done parte de su magia. Tenemos poco
tiempo pero si nos organizamos quizás recuperemos todo el poder de la Pirámide.
- Empezaremos ahora mismo –afirmó
Rosa-. Cuando nuestros compañeros lleguen con el zafiro encontrarán la Pirámide preparada – al decir
esto Eli comprobó que la líder del Bastión sonreía y eso le dio confianza-.
Durante
un rato estuvieron discutiendo la mejor manera de proceder para renovar la magia
de la Pirámide. Acordaron que todos los habitantes del Bastión donarían una
parte de su poder. Rosa y Eli se encargarían de vigilar todo el proceso. Águila
y Titón fueron los primeros en abandonar la biblioteca. Las dos consejeras se
quedaron un rato charlando sobre las últimas noticias de Dámbil.
- ¿Te han contado lo que les pasó
al grupo que fue en busca de la “musgoseta”? – preguntó Rosa.
- Sí, por lo visto Górmul mandó
un sicario para matarlos. Fue una suerte que Antonio pudiera capturar al asesino
en el cuerpo de una rata –añadió Eli y después se hizo el silencio entre ellas.
Elisea miraba con interés el libro que Titón había dejado encima de la mesa.
- ¿Qué te pasa Eli? Te has puesto
muy seria de repente.
- Estaba mirando ese libro,
cuando llegué vi que Titón lo estaba trasteando ¿Sabes? He visto algo extraño
en los ojos del anciano, por alguna razón no confío en él –contestó Eli.
- Titón siempre ha sido un leal
miembro del Consejo de los 18 ¿Por qué sospechas de él? -se interesó Rosa muy intrigada.
- No sé, es un presentimiento. Me
pasó algo parecido cuando vi a Jálibu por primera vez y fíjate, no andaba muy
equivocada. Anda, pásame ese libro –pidió Eli a su compañera y Rosa se lo
acercó-.
- ¿Qué crees que buscaba en ese
libro? Quizás solo esté investigando alguna forma de defender el Bastión –
sugirió Rosa mientras su compañera hojeaba el tomo-.
- “Piedras, minerales y joyas del
mundo mágico” –dijo en voz alta Eli leyendo el título. Vamos a ver; plomo,
cobre, galena, pirita…etc ¡Puff! Esto parece un tratado de geología solo habla
de todo tipo de pedruscos, sus propiedades, utilidades y ¡Mira! Aquí falta una
página –observó Eli extrañada-.
- Bueno, estos son libros muy
viejos, tal vez hace siglos que se perdió esa página – trató de explicar Rosa-.
De cualquier modo creo que te vendría
bien descansar un rato, si te parece voy a organizar a todos para que vengan dentro
de un par de horas a donar su magia. Has hecho un buen trabajo Eli, va a salir
todo bien –terminó diciendo la líder de los 18-.
Eli
hizo caso de la sugerencia de su líder y compañera y se marchó a descansar.
Mientras tanto Rosa movilizó a todos los habitantes y refugiados del Bastión
para que fueran a la Pirámide para donar su magia. Necesitaban recargar al
máximo las reservas de poder del edificio. Elisea llegó justo cuando ya estaban
todos preparados para comenzar. Rosa contempló a la intendente y vio que sus
ojos estaban hundidos y cargados, estaba claro que no había descansado mucho. Fue
la misma Eli la que explicó con toda claridad el proceso para donar energía
haciendo especial hincapié en el riesgo que existía si daban toda su magia.
- Donad solo un poco, en el
momento que sintáis un poco de fatiga, retirad la mano o la Pirámide os
arrebatará toda vuestra magia para siempre –explicó con claridad.
Durante un
rato por allí pasaron todos los refugiados y gentes del Bastión, los miembros del Consejo y los
instructores, absolutamente todos donaron parte de su magia por orden de Rosa. Cuando ya quedaban solo unos pocos voluntarios
en la fila para otorgar su poder a la Pirámide, Elisea miró el aparato que
indicaba los niveles de magia y se lo enseñó a Rosa preocupada.
- No es suficiente Rosa. No queda
apenas gente y falta un tercio de energía por recargar. No lo vamos a conseguir
–sentenció Eli apesadumbrada y presa del desanimo. Su compañera Rosa puso una
mano sobre su hombro para intentar consolarla cuando una figura se aproximó a
ellas, era el maestro Bruce-.
- Por la expresión de vuestra
cara, veo que algo no va bien –observó el maestro Bruce con aire preocupado.
Durante un
rato tanto Eli como Rosa se desahogaron, explicaron todo el plan para renovar la magia de la pirámide y cómo habían
fracasado al no conseguir recargar por completo el edificio.
- Quizás con esta magia sea
suficiente, Eli –añadió Rosa algo esperanzada.
- ¿Y si no? –preguntó Eli
alterada y con los ojos brillantes por la amenaza de lágrimas. Cansada y
desanimada, la intendente se encontraba visiblemente descorazonada-
-Creo que tengo una solución –dijo
el maestro Bruce y salió de la sala sin dar explicación-.
Elisea
seguía mirando el medidor de energía, faltaba un tercio de poder. El maestro
Bruce había salido corriendo afirmando que podía ayudarlas. Por alguna razón
Eli confiaba ciegamente en su instructor. Era un hombre severo y amante de la
disciplina, en ocasiones había discutido con él, pero no dudaba que si estaba
en el Bastión es porque era uno de los mejores. Pasaron en torno a veinte
minutos cuando tres figuras se dibujaron en la puerta de la sala y caminaron
con decisión hasta el lugar donde esperaban las dos consejeras. El maestro
traían consigo a la maestra Lola y Victoria que sonreían con picardía. Por
alguna razón Eli sintió que esas sonrisas tan auténticas mitigaban su desanimo
como el bálsamo alivia la herida.
- He hablado con ellas y estamos
preparados –afirmó con seriedad Bruce.
- ¿Preparados para qué? –preguntaron
Eli y Rosa casi al mismo tiempo.
- Vamos a dar toda nuestra magia
a la pirámide – aclaró la maestra Lola-.
- ¡¿Cómo?!- exclamó Eli.
- ¡Pero no podéis hacer eso! –negó
Rosa entre sorprendida y horrorizada-. Si dais vuestra magia a la pirámide
perderéis vuestros poderes para siempre.
- Cariño –intervino la maestra
Victoria con su característico tono de voz que era capaz de calmar el ánimo y
atenuar los nervios-. No hemos necesitado mucho tiempo para debatir sobre ello.
Los tres pensamos que es la mejor forma de contribuir en la lucha contra
Górmul.
- Pero ¿Y la batalla? ¿Quién nos
ayudará a defender el Bastión cuando el ejército de Górmul llegue dentro de dos
días? –preguntó Rosa exaltada.
- Os hemos enseñado lo mejor que
hemos podido a lo largo de todos estos años –explicó Victoria-. Os preparamos
para que fuerais los responsables de este mundo y ahora debéis de afrontar esa
responsabilidad vosotros solos.
Entonces Bruce intervino.
- Aunque suene duro decirlo, si
no sois capaces de proteger este mundo es porque no sois merecedores de tal
honor y quizás sea mejor que desaparezca todo. Pero antes de que malinterpretéis
mis palabras y os sumáis en el desánimo, debo recordaros que si estamos aquí
dispuestos a ceder toda nuestra magia a la pirámide es porque confiamos en
vosotros –al decir esto, el maestro, poco pródigo en gestos de complicidad,
sonrió y frotó con cariño el hombro de Eli, la muchacha consciente de las
palabras de su maestro, se sintió extrañamente reconfortada-.
- Además, aunque perdamos
nuestros poderes, no significa que no podamos ayudaros –añadió Lola aportando
más razones a su decisión-. Estaremos con vosotros hasta el final.
Rosa
y Eli asistieron a un episodio poco común en el mundo mágico. Sus tres maestros
se acercaron a las paredes de la pirámide, cada uno a la de su elemento e
invocaron la totalidad de su poder elemental. El interior del edificio se cargó
de electricidad, como si se fuera a desatar una tormenta. Un zumbido reverberó por
toda la sala y los tres maestros se iluminaron como antorchas en la noche. Eli
sintió un intenso poder que la abrazaba desde todas direcciones y observó con
admiración como el indicador de magia de la pirámide se llenaba hasta su nivel
máximo. En ese instante pensó que existía una coincidencia poética en todo lo
que estaba sucediendo; sus maestros los
mismos que habían llenado de magia su vida, ahora perdían todo su poder para
darles la oportunidad de tener un futuro.
Tras unos
instantes, la Pirámide dejó de zumbar y los tres maestros quedaron casi
exhaustos.
- Bueno, pues ya está. Se
acabaron nuestros días como magos –dijo fatigada la seño Victoria.
- No necesitáis poderes para ser
mágicos –afirmó Rosa emocionada y con los ojos abnegados de lágrimas.
Eli contempló el medidor de energía que resplandecía
con un fulgor hermoso e hipnótico. La Pirámide, gracias a sus maestros, estaba plena
de energía. En silencio, mientras acunaba el artefacto en su regazo con
delicadeza, se juró que el sacrificio de Bruce, Victoria y Lola no sería en
vano.
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