La ciudadela del Consejo de los
18 era conocida como "El Bastión Elemental". Era el lugar más
importante de todo Dámbil y poseía una increíble cualidad; era una ciudad
flotante. El Bastión guardaba toda la historia de Dámbil; libros, tesoros y reliquias.
Por esa razón se decidió usar una suerte de poderosos hechizos para ponerla
fuera del alcance de influencias malvadas y elevarla varios cientos de metros
en el cielo. En la ciudad no podía entrar cualquiera, y solo unos pocos elegidos
tenían la suerte de visitar este prodigio de la hechicería. Por todo ello,
"El Bastión Elemental" estaba considerado como el lugar más seguro e
inexpugnable de todo el mundo mágico. Hasta hoy.
Pepi permanecía sentada frente a una de las muchas reliquias de la sala. Su
rostro moreno y brillante como la piel de las aceitunas otoñales, descansaba
sobre sus manos cruzadas. Sus ojos traviesos observaban una vitrina sin ver,
sus ojos, normalmente vivos y llenos de picardía, estaban fijos, perdidos en la
inmensidad de sus fantasías.
- ¡Ay, qué guapo!- era lo único que balbuceaba la
joven de vez en cuando con sonrisa bobalicona.
Pepi de los Wouters, miembro del Consejo los 18, era una muchacha feliz por
naturaleza. Su poder nacía del cariño que sentía por los demás, siempre
repartía abrazos y sonrisas con toda naturalidad, pero del mismo modo que
resultaba adorable podía ser terrible con la gente que osaba dañar a sus
seres queridos.
En la sala de las reliquias una voz empezó a llamarla con
cierta urgencia.
- ¡Pepi ¿dónde estás? - el grito retumbaba por
las salas distorsionando la voz de forma graciosa-.
La que entraba en la sala buscando a Pepi era la guardiana de las Reliquias, la
Señorita Agda. La mujer llevaba tanto tiempo en el Bastión que su conocimiento
de los rincones, tesoros y reliquias no tenía parangón. Conocía la sala de las
reliquias como la palma de su mano. Su veteranía y conocimiento la convertía en
una de las personas imprescindibles de la ciudadela. Aquel día había aconsejado
a Pepi que acompañara al invitado de honor, Jálibu, mientras ella
recorría los tortuosos pasillos del Bastión. Sus rodillas ya no eran las de
antes y cada vez le costaba más superar los infinitos escalones que surgían
aquí y allá. No obstante y a pesar de los achaques, nunca renunciaba a sus
responsabilidades y jamás llegaba tarde a la degustación de un manjar. El dulce
era su perdición.
Tras un rato buscando entre las vitrinas de la salas de las Reliquias, Agda encontró
a Pepi. Se apresuró hasta llegar donde se hallaba ensimismada la joven.
- Pero niña ¿acaso no me oyes? Llevo un rato
buscándote, a ti y al muchacho - Agda zarandeaba suavemente a Pepi que parecía
estar paralizada-.
Un velo de confusión se disipó con el zarandeo de Agda y Pepi volvió a tomar el
control de sí misma. Su rostro se contrajo en un gesto de extrañeza, se sentía
como si hubiera estado durmiendo durante horas y la hubiesen despertado de un
bonito sueño.
- ¿Qué te pasa Pepi? ¿Te duele algo? - La voz de Agda
sonaba ahora menos estridente y mucho más suave. Había visto el rostro de la
joven y observó que algo no iba bien y su instinto le dijo que había algo
maligno en la atmosfera de la sala- ¿Dónde está el muchacho? ¿Estaba contigo
verdad?
- No, es decir, sí, Jalibú estaba conmigo y me
hablaba con dulzura y me miraba con eso ojos y...- Pepi se detuvo, estaba claro
que se esforzaba por recordar lo que había pasado pero una nebulosa cubría
todos sus recuerdos. Solo veía aquellos dos zafiros observándola, cautivándola
y la melosa voz de Jálibu acariciando sus oídos con cada palabra.
Agda alzó la vista y escrutó la gran sala intentando localizar a Jálibu. Su
corazón se le paró por un instante al ver una vitrina abierta y se le
escapó un grito de espanto. La Sala de las Reliquias era uno de los lugares más
sagrados de toda la ciudadela y no podía concebir que alguien hubiera osado
profanar aquel lugar. Se olvidó del dolor de sus rodillas y corrió con
desesperación dentro de sus posibilidades. No hacía falta que nadie la
guiara, sabía perfectamente que aquel mueble estaba destinado a guardar un
tratado de suma importancia. Era un documento de un valor incalculable, firmado
durante el Gran Concilio para poner fin a la peor guerra conocida en el mundo
mágico y que enfrentó durante 30 años a los humanos contra una alianza de orcos
y trolls. Los humanos, liderados por el Rey Brazofort y las huestes de
orcos acaudilladas por el imponente Calverón se enfrentaron en numerosas
ocasiones para disputarse El Pergamino Elemental. Después de tres décadas de
conflictos se firmó la paz, pero dejando un reguero de sangre difícil de
olvidar.
Agda llegó a la vitrina y lanzó un suspiro de alivio al comprobar que el
documento estaba todavía en su lugar pero algo la inquietó. La posición del
papel no era correcta y se apresuró a inspeccionarlo con detenimiento.
Pepi, ya recobrada de aquel extraño embrujo, había seguido a Agda en su carrera
y observaba por encima del hombro el documento que sostenía la guardiana con
delicada devoción. Las manos de Agda comenzaron a temblar con incontrolado
nerviosismo, instintivamente la guardiana de las reliquias dejó el documento
sobre su pedestal para no dañarlo.
- Alguien ha arrancado páginas - observó Pepi con
seriedad mientras ponía una mano sobre el hombro de la guardiana para tratar de
sosegarla-.
- Tres páginas, han arrancado tres páginas -
repetía la guardiana con la voz tremendamente cansada como si tratara de
recobrarse de un puñetazo en el estómago-
- Pero para qué demonios querría alguien llevarse
tres páginas - interrogó Pepi-.
- Si esas tres páginas son usadas con fines
malvados podrían desencadenar la peor guerra que haya vivido Dámbil en siglos -
la guardiana se giró y Pepi comprobó que los ojos de Agda brillaban a causa de
las lágrimas que se le acumulaban.
El eco de la sala se encargó de repetir con amargura la palabra
"guerra". Pepi salió corriendo con toda la velocidad de sus jóvenes y
fuertes piernas. Al cabo de unos instantes la voz de alarma corría por toda la
ciudadela. Había sucedido lo imposible, habían robado en el Bastión.
Me pregunto yo si Pepsi existe de verdad 😉
ResponderEliminar