jueves, 23 de noviembre de 2017

Cap 9: El Ataque


Titón despertó todavía aturdido.  Le costó unos instantes recuperar la memoria pero  enseguida las imágenes volvieron a su cabeza: Górmul, la Rosa Dorada quebrada en mil pedazos y... esas criaturas, esas terribles criaturas que se levantaban poseídos por una misteriosa magia negra.
            Su cuerpo estaba dolorido, pero haciendo un esfuerzo se incorporó. Un fuerte olor a quemado asaltó su nariz, se levantó y a poca distancia vio luces y torres de humo que se elevaban ocultando las estrellas. No sabía cuanto tiempo había permanecido inconsciente. Cuando luchó con Górmul era noche cerrada y ahora seguía siendo de noche. Tal vez había permanecido así durante un par horas o tal vez un día entero, con el ceño fruncido trató de alejar aquella neblina de confusión y centrarse en lo que sucedía en rededor. 

            Mientras ordenaba sus ideas, un alarido estremecedor le sacó de sus pensamientos... ¡Había sonado muy cerca! Titón corrió todo lo que le permitían sus cansadas piernas y subió el repecho de una pequeña colina. Cuando llegó a la cima y contempló lo que sucedía, un grito de rabia se ahogó en su garganta. La visión era espeluznante: una pequeña aldea de elfos arcanos, en la frontera norte del Bosque Sombrío, estaba siendo arrasada por una legión de No-muertos. Los elfos intentaban resistir el ataque pero eran superados en número y además, los elfos que morían, víctimas del ataque de los muertos, se levantaban de nuevo como zombis y se unían al ataque como fieras sanguinarias. 
             Al parecer, un gran troll esqueleto lideraba el ataque, gritaba órdenes aquí y allá para organizar a sus soldados. Muchas casas ardían y los guerreros de la aldea trataban de dar tiempo a sus familias para que pudieran huir. Los atacantes eran imparables, las flechas lanzadas por los elfos se clavaban en los huesos y en la carne putrefacta sin hacer el más mínimo daño. Algunos guerreros elfos cortaban las piernas de los esqueletos para impedir que siguieran caminando pero esto solo los frenaba momentáneamente pues enseguida comenzaban a arrastrarse para atacar desde el suelo.
            Titón salió de ensimismamiento al darse cuenta de que había apretado tanto los puños que le sangraban las palmas de las manos. Sin pensarlo, corrió colina abajo para auxiliar a los elfos. No le quedaban muchas fuerzas pero no podía permanecer impasible ante el sufrimiento sus aliados. El troll seguía bramando órdenes aquí y allá. La bestia  era enorme y de piel grisácea, su rostro cadavérico transmitía un terror irresistible  y en sus nudosas manos portaba  una gran maza hecha con una roca gigante. 

A la entrada de la aldea, un grupo de guerreros había formado una fila y unido sus escudos formando una sólida barrera. Un elfo de mayor edad se situaba detrás de los guerreros y recitaba unas palabras que parecían infundir fuerza a sus compañeros: ¡Era un mago! Titón reconoció la magia que realizaba, era un hechizo sanador que mitigaba el cansancio del cuerpo regenerando los pequeños cortes de sus compañeros. El enemigo ahora avanzaba con antorchas y seguía incendiando casas y árboles a su paso. Mientras se acercaba a la batalla, Titón pudo reconocer el terror y desesperanza en el rostro de las mujeres y niños elfos que intentaban adentrarse en el interior del Bosque Sombrío para refugiarse. 

            Los esqueletos y zombis se contaban por cientos, y solo dos docenas de elfos prestaban batalla con todas las fuerzas de las que disponían. Titón llegó justo cuando el mago elfo fue herido por una flecha en la pierna, corrió a su lado e intentó socorrerlo. El mago, llamado Finred, se sorprendió al ver al portador de la Rosa Dorada, se miraron a los ojos y pronto Finred comprendió todo lo sucedido pues es  bien sabido que los magos pueden comunicarse a través del pensamiento y que lo hacen mucho más rápido que con las palabras.

Finred miró al viejo Titón y dijo:
- Titón de los Flaimers, jamás imaginé que algo así pudiera suceder, lo que veo en tus ojos es terrible.
Titón asintió levemente y añadió:
-Tendremos tiempo de lamentamos más tarde, aún veo muchos buenos elfos que necesitan auxilio y no tenemos tiempo que perder. 

            Los dos se levantaron ayudándose mutuamente. El anciano  puso una mano sobre la pierna herida del mago y recitó un pequeño conjuro. La herida dejó de sangrar, y aunque serían necesarios mejores cuidados, probablemente sería suficiente para permitir a Finred moverse. 

Los guerreros arcanos seguían combatiendo y la pared de escudos soportaba los ataques  a duras penas  pues las fuerzas iban desapareciendo y los enemigos aumentando.  

            El mago Flaimer alzó sus manos e invocó parte de su reserva de poder, en ese momento una barrera de fuego se levantó justo delante de los guerreros élficos y los no muertos se vieron atrapados en el hechizo. Los huesos del enemigo se consumían en el fuego y eran reducidos a cenizas. Los elfos pudieron darse un respiro y con golpes de escudo lanzaban a los enemigos hacia la barrera de fuego. Parecía que daba resultado pero un hechizo así no se podría mantener durante mucho tiempo. 

Estando frente a frente, el anciano Titón pudo adentrarse en los ojos vacios del enemigo. En aquellas calaveras y cabezas putrefactas había un brillo de maldad que se manifestaba con un intenso resplandor azul en lo que deberían haber sido sus ojos. En ese preciso momento un grupo de elfos de retaguardia lanzó una nueva andanada de flechas. Los proyectiles atravesaron el muro de fuego mágico y se prendieron en llamas. En esta ocasión las flechas volvieron a clavarse en los muertos sin causar daños pero el fuego prendió la piel y los huesos transformando a los cadáveres en enormes antorchas andantes. Al desaparecer bajo el efecto abrasador del fuego, aquella magia azul que brillaba en los rostros de los muertos  quedaba libre y buscaba otro cadáver para poseerlo. 

Aquel fenómeno no pasó inadvertido por Titón que se esforzaba por mantener su hechizo. El muro de fuego seguía haciendo estragos entre los enemigos pero el anciano sintió como la fatiga comenzaba a afectar a su cuerpo. Su respiración era más pesada, un hormigueo recorrió sus extremidades y sintiendo que su poder se agotaba, gritó:
¡¡Corred al bosque!! ¡¡Intentad refugiaros!!
La voz del anciano Flaimer sonó con autoridad y los elfos obedecieron.

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