Titón despertó todavía aturdido. Le costó unos instantes recuperar la memoria pero enseguida las imágenes volvieron a su cabeza: Górmul, la Rosa Dorada quebrada en mil pedazos y... esas criaturas, esas terribles criaturas que se levantaban poseídos por una misteriosa magia negra.
Su cuerpo estaba
dolorido, pero haciendo un esfuerzo se incorporó. Un fuerte olor a quemado asaltó
su nariz, se levantó y a poca distancia vio luces y torres de humo que se
elevaban ocultando las estrellas. No sabía cuanto tiempo había permanecido
inconsciente. Cuando luchó con Górmul era noche cerrada y ahora seguía siendo
de noche. Tal vez había permanecido así durante un par horas o tal vez un día
entero, con el ceño fruncido trató de alejar aquella neblina de confusión y
centrarse en lo que sucedía en rededor.
Mientras ordenaba sus ideas, un alarido estremecedor le sacó de sus pensamientos... ¡Había
sonado muy cerca! Titón corrió todo lo que le permitían sus cansadas piernas y
subió el repecho de una pequeña colina. Cuando llegó a la cima y contempló lo
que sucedía, un grito de rabia se ahogó en su garganta. La visión era
espeluznante: una pequeña aldea de elfos arcanos, en la frontera norte del
Bosque Sombrío, estaba siendo arrasada por una legión de No-muertos. Los elfos
intentaban resistir el ataque pero eran superados en número y además, los elfos
que morían, víctimas del ataque de los muertos, se levantaban de nuevo como
zombis y se unían al ataque como fieras sanguinarias.
Al parecer, un gran
troll esqueleto lideraba el ataque, gritaba órdenes aquí y allá para organizar
a sus soldados. Muchas casas ardían y los guerreros de la aldea trataban de dar
tiempo a sus familias para que pudieran huir. Los atacantes eran imparables,
las flechas lanzadas por los elfos se clavaban en los huesos y en la carne
putrefacta sin hacer el más mínimo daño. Algunos guerreros elfos cortaban las
piernas de los esqueletos para impedir que siguieran caminando pero esto solo
los frenaba momentáneamente pues enseguida comenzaban a arrastrarse para atacar
desde el suelo.
Titón salió de ensimismamiento al
darse cuenta de que había apretado tanto los puños que le sangraban las palmas
de las manos. Sin pensarlo, corrió colina abajo para auxiliar a los elfos. No
le quedaban muchas fuerzas pero no podía permanecer impasible ante el
sufrimiento sus aliados. El troll seguía bramando órdenes aquí y allá. La
bestia era enorme y de piel grisácea, su
rostro cadavérico transmitía un terror irresistible y en sus nudosas manos portaba una gran maza hecha con una roca gigante.
A la entrada de la aldea, un grupo de guerreros había formado una fila
y unido sus escudos formando una sólida barrera. Un elfo de mayor edad se
situaba detrás de los guerreros y recitaba unas palabras que parecían infundir
fuerza a sus compañeros: ¡Era un mago! Titón reconoció la magia que realizaba,
era un hechizo sanador que mitigaba el cansancio del cuerpo regenerando los
pequeños cortes de sus compañeros. El enemigo ahora avanzaba con antorchas y
seguía incendiando casas y árboles a su paso. Mientras se acercaba a la
batalla, Titón pudo reconocer el terror y desesperanza en el rostro de las
mujeres y niños elfos que intentaban adentrarse en el interior del Bosque Sombrío
para refugiarse.
Los esqueletos y zombis se contaban
por cientos, y solo dos docenas de elfos prestaban batalla con todas las
fuerzas de las que disponían. Titón llegó justo cuando el mago elfo fue herido
por una flecha en la pierna, corrió a su lado e intentó socorrerlo. El mago,
llamado Finred, se sorprendió al ver al portador de la Rosa Dorada, se miraron
a los ojos y pronto Finred comprendió todo lo sucedido pues es bien sabido que los magos pueden comunicarse a
través del pensamiento y que lo hacen mucho más rápido que con las palabras.
Finred miró al viejo Titón y
dijo:
- Titón de los Flaimers, jamás
imaginé que algo así pudiera suceder, lo que veo en tus ojos es terrible.
Titón asintió levemente y añadió:
-Tendremos tiempo de lamentamos
más tarde, aún veo muchos buenos elfos que necesitan auxilio y no tenemos
tiempo que perder.
Los
dos se levantaron ayudándose mutuamente. El anciano puso una mano sobre la pierna herida del mago
y recitó un pequeño conjuro. La herida dejó de sangrar, y aunque serían
necesarios mejores cuidados, probablemente sería suficiente para permitir a
Finred moverse.
Los
guerreros arcanos seguían combatiendo y la pared de escudos soportaba los
ataques a duras penas pues las fuerzas iban desapareciendo y los
enemigos aumentando.
El
mago Flaimer alzó sus manos e invocó parte de su reserva de poder, en ese
momento una barrera de fuego se levantó justo delante de los guerreros élficos
y los no muertos se vieron atrapados en el hechizo. Los huesos del enemigo se
consumían en el fuego y eran reducidos a cenizas. Los elfos pudieron darse un respiro
y con golpes de escudo lanzaban a los enemigos hacia la barrera de fuego.
Parecía que daba resultado pero un hechizo así no se podría mantener durante
mucho tiempo.
Estando
frente a frente, el anciano Titón pudo adentrarse en los ojos vacios del
enemigo. En aquellas calaveras y cabezas putrefactas había un brillo de maldad
que se manifestaba con un intenso resplandor azul en lo que deberían haber sido
sus ojos. En ese preciso momento un grupo de elfos de retaguardia lanzó una
nueva andanada de flechas. Los proyectiles atravesaron el muro de fuego mágico
y se prendieron en llamas. En esta ocasión las flechas volvieron a clavarse en
los muertos sin causar daños pero el fuego prendió la piel y los huesos transformando
a los cadáveres en enormes antorchas andantes. Al desaparecer bajo el efecto
abrasador del fuego, aquella magia azul que brillaba en los rostros de los
muertos quedaba libre y buscaba otro
cadáver para poseerlo.
Aquel
fenómeno no pasó inadvertido por Titón que se esforzaba por mantener su hechizo.
El muro de fuego seguía haciendo estragos entre los enemigos pero el anciano
sintió como la fatiga comenzaba a afectar a su cuerpo. Su respiración era más
pesada, un hormigueo recorrió sus extremidades y sintiendo que su poder se
agotaba, gritó:
¡¡Corred al bosque!! ¡¡Intentad
refugiaros!!
La voz del anciano Flaimer sonó
con autoridad y los elfos obedecieron.
Qué intriga!!
ResponderEliminar